Texto 13: Para Retiro

Texto 13: Para Retiro

La manifestación del 15 de mayo de 2011 y los movimientos que la siguieron tuvieron el efecto de hacer visible que una parte muy importante de la sociedad, con procedencias sociológicas, generacionales, ideológicas y culturales muy diferentes, cuestionaba radicalmente (desde la raíz) el sistema político y económico que desde los poderes y los medios nos intentan presentar como inevitable.

Fue – desde luego para mí, creo que para todos – en primer lugar una sorpresa, porque uno de los logros del espectáculo capitalista de los últimos tiempos ha sido hacernos creer que cada uno de los que se planteen si esta organización del mundo es la que desearían y se pregunten si otro mundo es posible, cada uno de los que se lo plantee, estará indefectiblemente sólo y confrontado a una humanidad que piensa monocordemente lo que dice la tele. Aunque no haga falta pensar mucho para ver que es un sistema que produce por un lado el empobrecimiento y, a veces, la muerte por inanición de la inmensa mayoría que constituyen los que producen la riqueza, y, por otro, el enriquecimiento de una exigua minoría. Y que para poder seguir haciéndolo no vacila en destruir las bases de la supervivencia del ser humano en el Planeta Tierra.

Fue también una ocasión de aprender una nueva forma de organizarse que no sólo utiliza nuevos medios, sino que se basa en nuevos valores como la inclusividad, el respeto, el esfuerzo por lograr el consenso, la horizontalidad… y de hacerlos crecer en un clima también nuevo (Alguien decía que la gente que entraba en Sol en alguno de los momentos álgidos tenía en las caras una expresión que se parecía más a la de las personas enamoradas que a las de los asaltantes del Palacio de Invierno de la película de Eisenstein). Creo que es algo que contribuyó a su extensión y a su enorme aceptación social.

La conciencia de las dimensiones de ese descontento compartido, abrió las puertas a las esperanzas en que una acción colectiva pudiera conducir a un cambio. Y, la fuerza y la acogida que el movimiento tuvo en sus inicios parecían indicar que tal acción colectiva podría producirse en cualquier momento. A pesar de que también muy desde el inicio se resaltó que “vamos despacio porque vamos lejos”

Del largo debate que precedió al desalojo de Sol no surgió – no podía surgir – una propuesta de organización generalmente aceptada. El movimiento se desplazó a los barrios. Pero más allá del agotamiento de la formula de Sol ocupado ¿Qué es lo que se desplazó a los barrios? Y ¿Qué tiene sentido desplazar a los barrios?

Sol se había dotado de una organización característica con sus asambleas, sus comisiones y sus grupos de trabajo. La dinámica de las asambleas que se había desarrollado en Sol se trasladó a los barrios. Cada Asamblea de barrio se dotó de las comisiones que consideró oportunas. ¿Tenía sentido trasladar los grupos de trabajo a los barrios? Los grupos de trabajo tenían como objeto producir ideas o propuestas de acción. ¿Hubiera tenido sentido dispersar los ingredientes de la discusión – sobre economía, sobre salud…,) entre tantas asambleas como barrios?

Los barrios parecían imprescindibles para una generalización del movimiento. Las asambleas de barrio servían para crear red y eran la plataforma perfecta para lanzar estas acciones. Puntualmente sirvieron hasta para improvisarlas cuando era necesario (como con los desahucios o las agresiones racistas). La recepción a las columnas que confluyeron en Madrid el verano pasado fue una demostración de eso.

Todo esto se produjo en un momento en el que se da una auténtica proliferación de convocatorias (de reuniones, de asambleas, de manifestaciones…) que han materialmente imposible acudir a un número significativo de ellas (Y que hacen que algunas resulten desilusionantes, sobre todo en comparación con las primeras…). Y de darse en un momento en el que los mecanismos de discusión y toma de decisiones no están aún depurados, consumen una cantidad enorme de tiempo y energía y resultan bastante poco eficientes

Mi opinión es que las asambleas de barrio deberían ser unas plataformas para la acción. Y me parece que su papel va a variar en la medida en las acciones sean posibles. Por ello creo que no hay que disolver las asambleas menos boyantes, sino mantenerlas adaptando su grado de actividad a lo que las circunstancias hagan recomendable. Pero si me parece que hay que lograr que las asambleas sean más ágiles. Con esta idea en la cabeza la asamblea puede convocarse conjuntamente con (integrarse en) la de Vallekas o mantener su actividad sobre todo por Internet. Pero creo que deberíamos establecer un mínimo anual de reuniones presenciales, solas y en nuestra Plaza).

Me parece que el 15M ha resituado en el debate social la posibilidad de cuestionar el orden existente y de organizar una acción colectiva para dar lugar a uno nuevo. Pero avanzar hacia ello con garantías de no producir sólo un cambio en la élite que detenta el poder supone un cambio cultural – que creo que se ha iniciado -, nuevos valores – que se están consolidando – , nuevas formas para la relaciones entre las personas – que también me parece que se están ensayando –, una nueva forma de entenderse a uno mismo – cuya búsqueda parece estar presente en casi todas las manifestaciones del movimiento -y la puesta en marcha de nuevas formas de organización. Esto es necesariamente un proceso lento, aunque no es fácil saber qué es “lento” o “rápido” en el tiempo por el que transcurre la Historia.

Sostener y alimentar esto supone a la vez, actuar, contestar en la práctica lo que se rechaza y ensayar nuevas formas de funcionamiento. Y eso requiere una organización y, seguro, una organización enraizada territorialmente como la que ofrecen las asambleas de barrio. Pero con conciencia de que estamos en un momento en el que estamos intentando construir una organización capaz de promover un cambio y no realizando el cambio mismo. Que, si tuviéramos que buscar un paralelismo histórico a lo que se parecería el 15M es al surgimiento de las organizaciones que se vincularon a la primera internacional, no al de los consejos de Aragón, que fueron posibles porque había ocurrido lo anterior, pero sucedieron mucho más tarde (¿O no tanto?)

Alberto e Inés