Textos explicativos de la crisis. Fascículo II: DINERO NUEVECITO, PERO DE ESPECULACIÓN

Textos explicativos de la crisis.

Fascículo II: DINERO NUEVECITO, PERO DE ESPECULACIÓN

Ya habíamos visto en el fascículo anterior un mecanismo que han estado utilizando los “hábiles financieros” para conseguir beneficios a nuestra costa sin que nadie les tosa. Habíamos visto que este astuto procedimiento se apoya en la creación de dinero por parte de los bancos pero habíamos dejado pendiente el detenernos en cómo es posible que los bancos “privados” creen dinero.

Desde su creación, el estado se ha reservado, en exclusiva, una serie de funciones, la más citada de las cuales es la violencia: el estado es el único y absoluto poseedor de la violencia legítima, que de ninguna manera podría ser privatizada (no puede haber ejércitos privados). Otra es la hacienda; solo el estado puede exigir impuestos.

Pues bien, el estado se reserva también el protagonismo absoluto en la gestión de la moneda, del dinero. De hecho, los mayores todavía recordamos que en los billetes, pequeños o grandes, figuraba la expresión: “El Banco de España pagará al portador la cantidad de “X” pesetas”. Es decir, era el Banco de España (ahora sería el Banco Central Europeo) el que se responsabilizaba del “valor” de nuestro billete.

Pero además de ese dinero, constituido por billetes, realmente existe otro (y en mucha mayor cantidad) que consiste en simples anotaciones y que es el que crean los bancos. Esto lo sabe cualquier economista pero curiosamente no lo cuenta. Forma parte del saber oculto de las pseudos-ciencias. El dinero se crea en el mismo momento que y simultáneamente a la concesión de un crédito por un banco.

Un banco dispone tanto de sus propios fondos (con los que una serie de personas lo crearon más los beneficios que hayan dejado en él) como de los depósitos de familias y empresas, que realmente no es suyo. Cuando un ciudadano se dirige a un banco, pide un crédito y el banco se lo concede aparece dinero nuevo, que no existía antes.

El banco abre una cuenta corriente al ciudadano y este puede disponer de ese dinero, pero el dinero no ha salido de ningún sitio, el banco no lo ha retirado ni lo ha cambiado de sitio. Simplemente ha anotado en sus libros que ese señor le debe x pesetas. ¿Quiere esto decir que el ciudadano recibe ese dinero nuevo?. Desde luego que no, lo que el banco concede al individuo es el derecho a gestionar esos depósitos que otros han hecho en el banco a cambio de obligarse a devolverlo con intereses, que se quedarán en el banco. Si el individuo no devuelve el crédito será embargado él y sus herederos hasta que la deuda quede saldada a satisfacción del usurero.

La situación descrita poco tiene de satisfactoria, no ya desde el punto de vista de la justicia sino incluso desde el punto de vista de la estabilidad y el orden económico, que se movería fuera de control. Para compensar, al menos en parte este descontrol y la pérdida de dominio que sufre el estado en una de sus componentes vitales, este mismo estado (el conjunto de los estados) establecen unas normas de funcionamiento hasta cierto punto estrictas. Así el banco debía ser digno de confianza (indultos recientes aparte) y esencialmente un negocio aburrido, sin posibilidad de grandes alardes e innovaciones: el banco está obligado, por ley, a mantener una cantidad de dinero (en efectivo, moneda, o en depósitos pata negra, de gran calidad) el equivalente a un porcentaje de los depósitos que lleva creados. Así, si el porcentaje es del 10%, un banco solo puede crear depósitos (dinero ficticio) por un valor de diez veces los depósitos pata negra de que disponga.

Y ¿cuáles son los depósitos pata negra?, pues aquellos que se soportan más directamente en riqueza real, no en puros papeles o títulos, enexpectativas o en otros depósitos. Así, en un momento dado, como existe una determinada riqueza (no dinero) la cantidad de depósitos pata negra es relativamente constante y un banco sólo puede conceder créditos cuando se cancelan otros anteriores. El negocio es efectivamente aburrido. Seguro pero aburrido. Solo se trata de cobrar intereses regularmente.

Y así era hasta que llegó la gran desregulación, en épocas de Reagan y Teacher (y Felipe González en España). Defendiendo la mayor eficacia de la iniciativa privada se caminó, de una manera progresiva, hacia un sistema en que los bancos eran los que se hacían cargo de su propia regulación. Se decía que, por su propio interés, tendrían que mantener controlados los riesgos y que de eso sabían más que cualquier regulador público (la misma exposición que para la mayor parte de las privatizaciones, sea la enseñanza, la sanidad o el Canal de Isabel II)

Y surgió la magia de la ingeniería financiera (para vergüenza de ingenieros y financieros). Podemos reducir el porcentaje de depósitos pata negra necesarios para poder conceder un crédito. Sea, pero ya hemos agotado esa vía. Entonces…Y surgió la idea maravillosa: ¿Por qué no hacemos que haya más depósitos buenos o, por qué no decimos que estos depósitos son mejores que lo que son?. En el fondo, si una agencia de calificación lo evalúa como “triple A” (¿reminiscencias de los escuadrones de la muerte?), quien va a decir que no es un gran depósito. Tiene el mismo riesgo que la reserva federal de USA. Aparecen otros protagonistas: las agencias que hacen temblar a los gobiernos (que no a los bancos, lo que no deja de ser curioso; los estados salvan a los bancos pero los que se asustan de las agencias de calificación son los estados)

Una manera sería asegurar en una compañía solvente (por qué no en IAG que era la mayor del mundo y la primera en quebrar) un depósito poco fiable y así convertirle en lo mejor de lo mejor. La aseguradora no tiene esos controles, no crea dinero. Sólo necesitamos que las agencias de calificación lo santifiquen. Y lo hicieron. Sin haber más riqueza que soportase los depósitos, estos aumentaron.

Y seguimos sin haber hablado de hipotecas, aunque tampoco hemos visto como los bancos se quedan con el dinero nuevo. Pero sí sabemos que los bancos han engrasado la máquina de hacer dinero, que la controlan, que se apoyan en las compañías de calificación y en las de seguros y que el circuito ha sido bendecido por los grandes liberalizadores de la economía. Además, mientras el negocio crece, todo marcha viento en popa. Podemos aplaudirnos con las orejas (eso, en España, ya corresponde con la época Aznar).

Asamblea Popular de Retiro

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